20 de mayo de 2007

Que lástima, Latinoamérica, que Serrat te vea como el Edén y yo no.

Quino le hizo decir una vez a Mafalda que al mundo le dolía el Asia, quizá hoy le duela además Latinoamérica y no estaría errando el diagnóstico: tiene enquistados tumores de la más variada laya, desde los que se pintan de izquierda hasta los de ultraderecha, todo un espectro de células dañinas reproduciéndose al doble de lo normal y aportando su granito de arena para chuparle la sangre al cuerpo, para ocuparle los recursos, en fin: cada célula haciendo su negocio redondo y despreciando el órgano que le tocó en suerte.
El panorama no es alentador y podría decirse que todo lo contrario: Oaxaca, Neuquén, Lima, Chocó, por citar sólo algunas ciudades latinoamericanas, viven vidas políticamente paralelas sufriendo una desmedida represión (que no sólo es desmedida, sino que no tendría que existir) hacia la protesta pacífica.
El viejo cóndor sigue ahí, dirigiendo sus poyuelos en el oficio de reprimir gente desarmanda, que al transmutar el gobierno de facto en suerte de democracia, también se transforma el enemigo interno: piquetero, okupa y manifestante común ("Qué nos dirán por no pensar lo mismo/ ahora que no existe el comunismo/ (...)/ ahora son todo enfermitos/ (...)/ ahora son todos drogadictos") son los que se encuentran con andanadas de cachiporras, gases lacrimógenos y balas de goma (y a veces de plomo), que se chocan con el desprecio del resto de la sociedad cuyo drama se reduce a llegar tarde a su destino y no se percatan de que el problema del que corta una calle es bastante más grande que una tardanza: a veces el corte significa la diferencia entre comer y no comer. Supongamos inocentemente que todos adhieren al corte por unas monedas que les tira el puntero a seguir. Esta práctica es el último recurso del que no lo hace a conciencia, pero "cuando el habre apreta, la razón alfoja", no está mal si el objetivo es sobrevivir. Supongamos ahora que el manifestante marcha nada más que por convicción en repudio al TLC, al ALCA, a alguna Ley Contraproducente a la Educación Pública,... esta persona sabe que el sometimiento en esto días viene por esas vías, que ya no hacen falta dictaduras cívico-militares y que la soberanía de cada país latinoamericano se ve avasallado por esas fuerzas poco perceptibles.
Son ampliamente conocidas las consecuencias de las políticas neoliberales (el Estado no sólo no garantiza, sino que ni si quiera brinda los servicios que debería, el funcionario no cumple su función y en consecuencia se obtiene un Estado no representativo al que no sólo se le hace invisible la realidad de la franja cuyas necesidades básicas se encuentran insatisfechas [técnico y eufemístico nombre para la pobreza], sino que además tiene la caradurez de llevarse lo ajeno en concepto de "dietas") impulsadas por oarganismos financieros internacionales, llevadas a cabo por marionetas políticas y asentidas inocentemente por la gran mayoría de la población. Ante esta situación es comprensible que grupúsculos políticos que perciben la realidad un poco más ampliamente que la mayoría (mediante información no compartida por los grandes medios) sean confundidos con "desequilibradores", "bolcheviques", "comunistas" y otras incoherencias por el estilo, por el hecho de protestar ante una administración inerte de la generalmente única menera de hacerse escuchar: salir a la calle alzando banderas y tocando sambas. Ya que tales reclamos suelen ser por mantener un puesto de trabajo o dignificar algún slario (y en ocaciones por repudiar "excesos" de represión) no se puede decir que estas personas "no trabajan porque no quieren, porque prefieren subsidios a cambio de manifestar". Ya que 19,5 millones de trabajadores urbanos se encuentran desocupados en Latinoamérica, tampoco se puede decir que es por voluntad propia (ya hablamos del alcance que el Estado debería tener y hoy por hoy no le interesa alcanzarlo) debido a que de ese número, la gran mayoría sobrevive mediante trabajos que tienden a ser explotación. Tengamos paciencia entonces cuando vemos un grupo de "negros" cortando la calle, veamos el porqué, preguntémonos qué fue lo que los llevó hasta ahí y quizás encontremos una respuesta más amplia, más elaborada que la clásica "manga de piolas que quieren vivir sin laburar". Confirmemos o refutemos el sentido común, pero pensemos. Basados en la conclusión incidamos en la realidad, y si ella nos demuestra que estamos equivocados, pensemos y actuemos de nuevo. A lo mejor ese grupete nos amplía la vista.


Mustafá Hernández

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Soy del torito de mataderoS